Por Agustín de la Cruz, NY.-La incursión de nuestros artistas en la política, es una práctica que se incrementa en cada campaña electoral.
En principio, fue muy criticada al entenderse que el artista es la representación real del sentir del pueblo a través de su canto, y su simpatía política bien pudiera influir en el voto de sus seguidores.
Nuestros merengueros, salseros y comunicadores fueron los primeros en incursionar en esta cuestionable práctica, pero hoy día hasta las nuevas generaciones urbanas, anda en busca de su pedazo del pastel.
El hecho de que los partidos y candidatos políticos le coqueteen e inviten a sus filas a estos líderes del arte, utilizando el ofrecimiento de grandes sumas de dinero, posiciones administrativas, entre otras, deja claro que algún beneficio arroja en las urnas su participación.
Pero hasta donde está siendo sincero el artista, cuando por algunas de las razones antes mencionadas, incita directa o indirectamente a sus seguidores a votar por un candidato político, que en algunos de los casos más que preferencia, le representa beneficio.
Asquea escuchar un artista utilizar la argumentación hipócrita, de que no es político, que su apoyo a un candidato obedece única y exclusivamente asuntos económicos, para luego encontrar su rostro ocupar una casilla dentro de una boleta partidista o un listado de nombramientos.
Entendemos que, como simples ciudadanos todos tenemos el derecho legal a simpatizar y hacer partícipe de cualquier tendencia política de nuestra nación, pero resulta que los artistas, no simples ciudadanos, son líderes natos y que la política, no es una doctrina digna en un país de políticos correctos como el nuestro.
Para nadie es un secreto que a diferencia de las naciones desarrolladas, en nuestra república dominicana, el ser político se ha convertido en sinónimo de corrupto, y para quien lo dude lo invitamos a recorrer las páginas de la historia, para encontrar en ellas desde el menos importante, hasta el más alto funcionario, envuelto en escándalo de corrupción.
Basta con observar con qué facilidad cada cuatro años, nuestros artistas al igual que el camaleón cambia con gran facilidad el color de su partido y/o candidato. La razón es obvia se venden al mejor postor, sin importarle el rol social que debe jugar ante un pueblo que cree, sufre, llora y ríe junto a él. (Soylatino.net)