Por:Oscar Medina
Han sido muchas las críticas a las primeras designaciones de Danilo Medina. Porque aunque admiten que su discurso fue esperanzador, la conformación del gabinete ---con una mayoría de funcionarios repitiendo o rotando en posiciones--- le imprime un aire añejo al Gobierno que comienza. Algunos opinan que con esos funcionarios la nueva gestión parece una “extensión “del gobierno de Leonel Fernández.
Estas observaciones no provienen sólo de los adversarios tradicionales del oficialismo. Las quejas se escuchan dentro del mismo PLD y hasta en el círculo de dirigentes más cercanos a Danilo.
No están siendo justos con Danilo Medina.
Aunque un amplio segmento de la población esperaba cambios sustanciales en los ministerios y otras dependencias estatales, la mayoría de la población que votó por Danilo Medina, lo hizo por el Partido de la Liberación Dominicana y sus aliados. Es decir, por el partido y la coalición que ha gobernado la nación durante los últimos 8 años. Por lo tanto, de una forma u otra, los que llegaron al gobierno el pasado jueves son los mismos que han estado durante los últimos 8 años. La verdad es que la mayoría del pueblo revalidó al PLD en el gobierno, y por consecuencia lógica a sus funcionarios. Por encima de toda crítica, justa o no.
Si el país hubiera querido barrer con el PLD, hubiera votado por Hipólito y el PRD. Porque ahí si es verdad que todos los funcionarios fueran nuevos.
No se pueden obviar tampoco dos elementos fundamentales de este proceso: el humano y el político.
Danilo es miembro fundador del PLD, y ha compartido largas jordanas con esos que son sus compañeros. A todos los conoce y sabe bien quienes son. Y muchos de ellos son además miembros del Comité Político, y por lo tanto compañeros de organismos del Presidente Medina.
El elemento político es aún más delicado. Porque su antecesor es el presidente y líder de su partido. Y de haber arrasado con el gabinete, el mensaje enviado habría sido de ruptura y confrontación, o sea, comenzar un gobierno erosionando su base de apoyo fundamental, que son su partido y el Bloque Progresista. Nadie en sano juicio recomendaría semejante desatino.
Por demás, muchos de los que se quedan estaban realizando una buena labor en las instituciones que dirigen o han dirigido, y sus experiencias también pueden y deben ser acopiadas por la actual gestión. Hay que recordar que además de “hacer lo que nunca se ha hecho” y “corregir lo que esta mal”, Danilo también ofreció “continuar lo que esta bien”.
De todas formas, como dice un viejo adagio, el hombre es el estilo. Y Danilo y Leonel son de estilos sustancialmente diferentes.
Leonel tiene una concepción del ejercicio del Estado que se caracteriza por delegar y confiar en aquellos a quienes designa en posiciones publicas. Confiar a veces hasta llegar al límite de la permisividad. Lo que ha provocado que en sus gestiones se creen especies de “islas de poder”, donde los incumbentes son “ley, batuta y constitución”, para hacer lo que les viene en gana. Algunas veces hasta desafiando órdenes presidenciales, pues sabían que por su estilo ---que se pasa de tolerante, por su decencia y permisividad--- Fernández difícilmente los relevaba del cargo.
Danilo no es así. Propios y extraños saben que le gusta que las cosas se hagan a su modo. Con una tendencia a centralizar la mayoría de las decisiones importantes del Estado.
Eso podrá ser perjudicial para algunos aspectos de la administración pública, pero es bueno para establecer límites en un país donde es usual que cuando los dirigentes de los partidos políticos llegan a posiciones del Estado, regularmente les sale el trujillito que llevan por dentro.
Desde la campaña Danilo advertía que su orquesta no iba a desafinar, y que entregaría a cada uno de sus miembros la partitura que tenían que tocar. Y el que no se ajustara a esa partitura, saldría de su orquesta.
De ahí que el Presidente Medina se merece un voto de confianza, pues de él puede esperarse que a pesar de que se repitan algunas caras, con Danilo tendrán que andar pianitos.
