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¿Crisis urbana o social en Santo Domingo?

Escrito por: AMPARO CHANTADA
Santo Domingo, por su falta de planificación y su consecuencia, una extensión desmedida hacia los bordes, fue dividida en dos provincias. Eso no interrumpe la urbanización de la periferia urbana en detrimento de las tierras agrícolas del CEA, no salvó el Cinturón Verde, al contrario, y además no resolvió las necesidades de servicios y de infraestructuras de las poblaciones, a pesar del Metro y de los corredores viales. Se pone en evidencia la imposibilidad de inclusión de la ciudadanía y de fluidez del tránsito.
Una fe ciega en la capacidad del mercado para equilibrar adecuadamente territorios, población y producción impulsó a la división del ex Distrito Nacional,  a la flexibilización del control sobre el uso planificado de los suelos, el resultado hoy, es, además de la estratificación social vertical de la sociedad, una peligrosa estratificación socio-espacial horizontal, que genera ingobernabilidad e inseguridad.
El buen dominicano del ayer y la pequeña ciudad de Santo Domingo han dado paso a una ciudad absolutamente impersonal, donde los individuos han visto desaparecer sus hitos o sus referencias personales, estos que funcionaban como barandillas mentales. Si no vemos héroes de la humildad y la honestidad,  ejemplos de honor, compromiso y de integridad,  en nuestra cotidianidad, no podemos comportarnos como tal, esa es la idea. La juventud, la población en general, han perdido esas referencias, por esos motivos, en nuestra Ciudad de Santo Domingo, partida en cinco municipios, cruces, tramos de avenidas, esquinas, rincones sin ningún atractivo arquitectónico ni estético, se han convertido en los nuevos espacios referenciales. Son los nuevos hitos urbanos.
Que la sociedad dominicana haya cambiado, nadie lo duda. Varios fenómenos sociales se combinan. Existen hoy nuevas formas de delincuencia, porque nuestra sociedad tiene más flujos de rechazo, de marginación y de exclusión que de integración. La fuerza del discurso igualitario no ha sido convincente porque no ha producido cambios, ni ofrecido modelos, ni ha promovido ningún caso individual excepcional. Al contrario, exhibimos y resaltamos casos aberrantes y alucinantes como modelos. No hay de extrañar que algunos, por falta de barandillas sociales, se hayan desviado  y nos asusten. Esos casos aberrantes e insólitos de delincuencia no son más que frutos de una cosecha que nosotros mismos venimos sembrando desde hace varias décadas. La ciudad de Santo Domingo nos los devuelve.

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