Dos cánceres no derrumbaron a Verónica Delgada, de pelo corto y castaño, Verónica Romero venció, hace 8 años, a un cáncer del seno izquierdo. Pero en enero del 2012 su tranquilidad se hizo añicos, porque el cáncer hizo metástasis en los pulmones. Tranquila y optimista, la mujer de apariencia frágil, al principio se deprimió. Después de varios días de desvelos logró ponerse de pie. No se dejó ganar por la adversidad. -Si ya superó el cáncer de mama, ¿por qué avanzó a los pulmones? -Un profesional de Solca-Quito me dijo que un médico me aplicó, indebidamente, un remedio hormonal llamado letrosol; ahí estaría la causa de la metástasis que ahora me afecta. -¿Pensó demandar al doctor? No. Somos humanos y cualquiera puede cometer un error.
Yo le perdoné. Eso me alivió. Todo dejé en manos de Dios. Entre febrero y marzo del 2012, en Solca le aplicaron 12 quimioterapias, seis normales y seis refuerzos, un pulmón sanó; en el segundo quedan tres tumores. “Ya están estáticos”, dice Verónica, quevedeña, que se vio obligada a vivir en Quito (Conocoto), porque la fuerte quimioterapia, hace 8 años, le causó alergia al calor. Romero espera ser atendida en la antesala de Quimioterapia de Solca-Quito. Agradece el apoyo brindado por la institución. Sentada en una sillón mira el pasillo limpio, blanco, y le parece sentirse en un hotel de primera y no en un hospital. Su hijo, Juan Carlos Jaramillo, joven abogado, la afilió al IESS; hubo un acuerdo con Solca y los costos bajaron. No olvida al doctor Carlos Marengo, de Solca- Guayaquil, quien le extirpó 17 ganglios. Aquí le examina el doctor Luis Ontaneda. Sigue con la medicación adecuada. Come frutas -papaya, melón, sandía, kiwi-, nada de carne roja ni grasas; trabaja desde la casa en un oficio que se ganó a pulso: vende perfumes, ropa, etc. El grueso de clientes está en la Costa. Por ello envía, por transportes Macuchi, los pedidos. Una vez que ingresa a Quimioterapia sonríe. Su ánimo contagia al resto de pacientes y las anima. Fanny llegó de la Amazonía Fanny Bonilla, de 59 años, y oriunda de Puerto Napo, viene cada 21 días a la quimioterapia. El pasado enero, mientras era atendida en el Hospital Velasco Ibarra, de Tena, le dijeron que tenía cáncer y le recomendaron ir a Solca.
Le amortiguaba la mano izquierda, el pezón se hinchó; el corazón le latía mucho. Llegó a Solca y al constatar el diagnóstico le prepararon para la operación, el pasado 23 de abril. Desde entonces ha recibido seis quimioterapias. Sentada en un cómodo sillón, en la amplia e iluminada sala de quimioterapia, usa una gorra café para ocultar la caída del pelo. Viajar desde Tena es sacrificado. Su hermana, Judith, le acompañó. El pasado martes salió a las 04:00. Al cabo de seis horas arribó a Solca. Por su brazo izquierdo recibe suero para hidratarle, ya que la quimioterapia, la cual recepta por el derecho, quema. La enfermera Zoila Samaniego, una de las tres que trabajan en ese departamento, sostiene que el monitor que titila con números verdes es para controlar los signos vitales. Bonilla confiesa que el apoyo de la familia es vital. “Tras la operación descansé en la casa de mi sobrina Janeth Balseca, en Ibarra, además mi sobrino, René, siempre me acompaña; mi hijo William Valencia estuvo en la operación”. La humildad es su fortaleza Con el rubor que sentiría una niña a la que se toma la lección, Ana Tupiza responde, en voz baja, que en el 2010 sintió fuertes dolores en el seno derecho. En una clínica cercana al Hospital Pablo Arturo Suárez le practicaron una mamografía y el resultado: cáncer. Sintió que moría, más por su hijo, Gustavo, de 17 años. ¿Qué sería de él?, se preguntaba. En la clínica le ofrecieron operar por USD 450. No aceptó, pues su hermana, María Elena, le dijo, “primero vamos a Solca, ahí tienen experiencia”. Eso hizo. En el 2011 recibió cuatro quimioterapias rojas, las más intensas. A partir de marzo de este año comenzó otra fase del tratamiento que deja a las mujeres débiles, con poco ánimo. Ferviente evangélica -asiste a la Iglesia Cristiana Nazareno de Calderón- esta empleada doméstica de 44 años, reconoce que la fe en Dios, el apoyo familiar y la ayuda de los otros enfermos, como Verónica Romero, le han sacado del limbo en que cayó. Dice que su afiliación al IESS le sirvió para llegar a un acuerdo con Solca que abarata todo. Alistándose para la operación Martha Ponce, de 65 años, admite que descuidó el chequeo anual de seno. En una clínica le hicieron una mamografía. Cáncer al seno derecho, el resultado. Le remitieron a Solca. Aún con el ánimo bajo, pero dispuesta a curarse, Martha debe someterse a seis quimioterapias antes de la operación. Ya van cuatro que lograron disminuir el tumor de 3 cm y medio a 1 cm. En su regazo hojea el libro ‘El secreto’, de Rhonda Byrne. “Estos pensamientos positivos son energía pura -reconoce- me han ayudado tanto, sé que saldré de este dolor, todo está en la cabeza de uno”. Su joven hija la reconforta. Luego duerme en su sillón de quimioterapia. El cáncer de útero es más letal La semana pasada, la Fundación Poly Ugarte convocó a un masivo examen para detectar la dolencia en Quito. 15 000 mujeres fueron examinadas en 25 carpas, alrededor de la Cruz del Papa. La campaña Tócate por tu vida fue grande -hubo el apoyo de 100 médicos-; la Fundación recoge firmas para apoyar la propuesta de ley que pide calificar a la prevención del cáncer de mama como política pública. A su vez, la vicealcaldesa de Quito, María Sol Corral, dijo, en Radio Quito, que Solca demora en la atención a pacientes con posible cáncer de mama. La respuesta de Solca no se hizo esperar. El martes pasado sus principales directivos, con el general Solón Espinosa a la cabeza, explicaron, en la radio, que todo tipo de cáncer -no solo el de mama- recibe una atención pronta y oportuna en Solca. “El hospital -explicó- agradece todo lo que se haga por la salud”; y precisó que el cáncer al cuello uterino provoca más muertes que el de mama. Dio una cifra: Solca practica 120 000 citologías vaginales al año para prevenir este mal. La doctora Patricia Cueva, directora del Registro Nacional de Tumores de Solca, Quito, sostuvo que un 70% de mujeres sobrevive en Solca al cáncer de mama tras un examen a los cinco años. Y confirmó que el cáncer más letal es el uterino. “No se puede escandalizar al afirmar que 14 de cada 100 mujeres en Quito tiene cáncer de mama; gracias a un convenio con el MSP, en Quito esta enfermedad ha disminuido en un 28%”. Cueva afirmó que solo una mamografía puede detectar un tumor, no solo a través del tacto, y apenas surge una breve duda en preconsulta, la paciente es tratada sin demora. 89 voluntarias en acción María de Espinosa, esposa del general Solón, es el alma de las voluntarias. Se trata de un grupo de señoras que dedica parte de su vida al bienestar de los 92 pacientes hospitalizados -de ellos 15 son niños, cuya lucha conmueve. Doña María despacha en una pequeña oficina cercana al hall central. “Aquí todo es planificación para servir, desde el hospedaje y ayuda económica a los más pobres; lo hacemos con amor y esfuerzo”. Una rosa roja, hecha al óleo, ilumina su oficina.